sábado, 12 de julio de 2014

2. Los gemelos

Al día siguiente nos despertaron con unas bocinas que sonaban en los altavoces.

"Nos quieren matar" pensé.

Me levanté antes que Alba y salí. Fui a un banco que estaba cerca de la sala común.

Y llore, llore y llore.

Estaba alejada de todo el mundo para que no me vieran llorar, soy bastante orgullosa.

Pero me sentía sola. Muy sola.

Además era de esos momentos en que necesitas llorar porque estas perdida y no sólo por lo del campamento, también perdida en la vida.

Me acurruque y apoye la cabeza en mis rodillas.

Cuando oí unos pasos. Alguien se acercaba.

Corriendo me quite las lágrimas, no quería parecer débil, siempre me hacía la fuerte.

Miré y al lado mío en el banco estaba uno de los gemelos, el mismo que me había estado mirando en el comedor la noche anterior.

-¿Qué quieres?- dije.

-Estabas llorando ¿por qué?- dijo.

-No estaba llorando- dije haciéndome la fuerte.

El me miró con una sonrisa burlona.

-¿Por qué te haces la fuerte?- pregunto.

- Y tu ¿por qué preguntas tanto?- dije burlonamente.

-Quiero conocerte-.

Le miré sorprendida, no esperaba esa respuesta. No sabía que decirle era la primera persona que se esforzaba en conocerme.

-Bueno, me llamo Jesús y tu eres...-.

-Daniela-.

-Muy bonito, pues encantado- dijo dándome la mano.

-Eres la primera persona que se esfuerza en conocerme- dije.

El se encogió de hombros.

-Se que eres así de borde porque te proteges, en realidad no eres así, sólo necesitas a alguien que te escuche ¿me equivoco?-.

"¿Cómo lo ha sabido?"pensé.

No respondí tan solo agache la cabeza.

-Pues sabes, son idiotas, si,idiota es alguien que no quiera conocerte de verdad- dijo.

Le miré y le sonreí.

-Anda, pero si sabes sonreír- dijo.

Entonces nos llamaron a todos por megafonia. 

-Venga vamos- dijo cogiéndome de la muñeca.

Fuimos a la sala común.
-Bueno, chicos lo que vamos a hacer hoy es..... una excursión- lo del final lo dijo ilusionada como si fuera divertido.

Todos empezaron a aplaudir. Yo como que no.

Una hora después ya estábamos en la montaña.

Cuando noté algo en mi pierna y oí como alguien gritaba serpiente. 
Empecé a gritar como nunca lo he echo en mi vida.

Me giré y vi que era una rama. La sujetaba ¿Jesús?

-Jesús eres tonto, que susto me has dado- dije intentando recuperar la respiración.

El se reía.

-No soy Jesús, soy Dani- dijo- sólo quería gastarte una broma a ver si te reías un rato.

Le miré.

-¿Cómo te llamabas?- pregunto.

-Daniela- dije.

Dani asintió. 

-Daniel y Daniela ¿será el destino?- bromeó mientras se iba.

"Es de los típicos ligones, por eso mola a las chicas, seguro, pero no es tan horrible como pensaba" pensé.

Llegamos a donde se suponía que teníamos que llegar. 

Los monitores pararon, respiraron profundamente.

-Mirar que vistas ¿a qué ha merecido la pena?- dijo uno de ellos.

Todos estábamos en el suelo muertos de calor, bebiendo agua, ni nos esforzábamos en mirar las vistas.

"Este tío es tonto" pensé. 
Que asco de excursión pensábamos todos en ese momento.

Alba se acercó a mi, que también, estaba muerta de calor.

-Oye, lo siento, por lo de ayer, no quería ofender- dijo.

No soy de dar segundas oportunidades, pero esa chica me caía bien en el fondo.

-Tranquila- dije.

Me recogí mi pelo liso y castaño en una coleta alta.

Busque la sombra en algún lado, sólo había una y era en un árbol, ahí estaban todos al montón. 
Que desesperación.

Entonces vino Jesús.

-Tengo una botella de agua, me la iba a beber pero sabe fatal- me contó.

-Dame yo le doy un buen uso- dije.

Me dio la botella, la abrí. 
Cogí a Jesús lo acerqué a mi. Y tire el agua encima de los dos, acabamos empapados.

-Que gusto- dije yo- soy una genio.

Porfin  salimos de aquel infierno y fuimos al comedor a merendar muertos de hambre.

Me senté al lado de Alba.
-Oye has hablado con Jesús y Dani ¿no?- dijo.

Yo me metía mini ensaimadas en la boca. Alba me miraba raro. 

-Si- dije casi sin poder hablar, ya que tenía la boca llena de ensaimadas.

-Que suerte- dijo.

-No seas tan exagerada, no son para tanto- dije

-Y tu no hables con la boca llena, cielo mío- dijo riéndose.

-Ui, perdón-.

Jesús pasó al lado mío y me saludo. Yo aún tenía la boca llena de ensaimadas.

-Oye, si que tienes hambre- dijo riéndose.

-Eres tonto- dije.



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